jueves, 25 de julio de 2013

Deforestación de Santa Cruz de la Sierra

Un amigo muy querido me escribió para consultarme algunas cuestiones referidas a la deforestación de la ciudad de Santa Cruz. Según el informe del Colegio de Ingenieros Ambientales, el 76% de los árboles ha desaparecido entre 1986 al 2011. La Alcaldía, mediante la Dirección de Parques y Jardines, argumenta que se han sembrado alrededor de 400.000 árboles desde el 2005. La denuncia está hecha y las imágenes satelitales no mienten. Pero, ¿qué implicaciones tiene esto en la calidad de vida de los cruceños?

El problema de la deforestación dentro de una ciudad, es lastimosamente, el costo que se paga por la urbanización. Tener una ciudad grande y consolidar un área metropolitana irá en desmedro de bolsones verdes, porque la construcción de espacios urbanos los absorberá. Esto es un proceso irreversible e inevitable. Sin embargo, el impacto puede mitigarse. 

Precisamente, existen en la actualidad, una serie de herramientas que la planificación utiliza para la incorporación de prácticas ecológicamente amigables y sostenibles. Es más, desde la primera Cumbre de la Tierra, realizada en Estocolmo en 1972, se comenzaron a plantear temas vinculados a políticas de medio ambiente que paulatinamente han pasado a formar parte de nuevas agendas públicas sobre conservación, desarrollo sostenible y temas afines. 

Con esto dicho, ¿cuál es la situación real de la ciudad? Existen dos informes sobre deforestación: el del Colegio de Ingenieros Ambientales y el que maneja la Dirección de Parques y Jardines. Angélica Sosa, principal responsable por esta repartición, argumentó que el informe presentado por este colegio profesional contradice sus 400.000 árboles plantados desde el 2005 y defiende su labor. 

Si bien es cierto que desde el 2005 se consolidó un sistema de parques y jardines en la ciudad (cerrados en la mayoría de los casos), el tipo de urbanismo que se ha implementado desde el inicio de las grandes obras públicas hasta el presente -y esto incluye la repartición a cargo de Sosa- responde al modelo del urbanismo progresista, en donde se diseña considerando parámetros de racionalidad y la introducción de técnicas modernas en la construcción de ciudades: la estandarización de la producción del espacio; la utilización del acero, cemento y hormigón armado; la cuadrícula y la línea recta; y el automóvil como principal medio de transporte (el espacio público debe evitarse a toda costa). Estos son los ejes centrales de este tipo de diseño y no hay espacio para las divergencias. 

A partir de la crítica posmoderna, todo lo que se creía se puso de cabeza y desde el urbanismo se comenzaría a revisar lo que se había hecho en las ciudades, intentando entender por qué existían tantos problemas sociales asociados a la falta de un enfoque orgánico del espacio, si se habían invertido millones en el proceso. ¿Dónde quedaban los rasgos que marcaban la diferencia dentro de la ciudad? ¿Por qué la obsesión por homogeneizar todo, construir sólo en función del automóvil, no incluir lo particular, lo natural, lo verde inclusive, a la planificación? 

Volviendo a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, existen pocos casos emblemáticos de un paisajismo urbano que recupere las especies vegetales de tal manera que pongan en valor aquello que las hace particulares. Los ejemplos de malas prácticas abundan. Uno de los casos más lamentables es la zona de La Cieguita, donde en el canal de drenaje y en las aceras se sembraron totaíses, en un lugar con una vegetación notoriamente distinta. Lo mismo se puede decir sobre el Parque Urbano, que carece de una intervención paisajística apropiada, considerando la riqueza del patrimonio natural cruceño. Los arroyos y riachuelos existentes son convertidos en canales revestidos de cemento, sin ninguna consideración ambiental. Las aceras del centro apenas tienen árboles, al igual que las principales avenidas. Es más, las mejores intervenciones continúan siendo las que realizara en su momento, el biólogo y naturista Noel Kempff Mercado en la década de 1970.

Con ello no pongo en cuestión el valor de crear espacios verdes, de invertir en recuperar mangales o áreas con valor arbóreo, situación que sí fue uno de los principales logros del gobierno local durante los últimos 8 años. Esto ha sido positivo y beneficiado a los habitantes de la ciudad. Sin embargo, debe haber espacio a críticas constructivas. 

La problemática sobre deforestación vegetal en la ciudad debe considerar otros elementos más allá de la cantidad de árboles sembrados. Algunos de ellos son:


  • Vigencia de políticas para promover la densificación de la ciudad- mientras más población concentrada, menor la tendencia de dispersión y por ende, de utilización de más espacio.
  • Introducción de impuestos progresivos a los terrenos no urbanizados DENTRO del radio urbano- para luchar contra los "lotes de engorde" y contra la especulación urbana, muchas ciudades en el mundo optaron por la introducción de impuestos progresivos a la tierra urbana (lo que significa que cada año se cobra más), sólo aplicables a terrenos de un determinado tamaño y en zona urbanizable. Esto ayuda a construir en las áreas destinadas a ello y generar mayores opciones de vivienda, pudiendo promover la recuperación de espacios fuera del área urbanizable en donde ya se haya construido. 
  • Introducción de alternativas de desarrollo económico orientadas a prácticas verdes y sostenibles- ante cuestiones como la deforestación de áreas verdes y la expansión de la mancha urbana, el municipio podría trabajar promoviendo prácticas amigables al medio ambiente. Éstas incluyen huertas vecinales, la preservación de grandes áreas verdes en zonas aptas para el desarrollo rural y alternativas de desarrollo económico, mediante subvenciones o apoyos de diverso tipo. Se pueden recuperar espacios para la preservación de elementos que hoy componen el patrimonio cultural y natural cruceño, como la palma de saó, árboles frutales y sus derivados, entre otros.   
  • Alianzas estratégicas para la preservación de áreas verdes comunes dentro del área metropolitana- esto implica analizar cómo se puede preservar conjuntamente las áreas de interés común como el río Piraí, las lomas de Arena u otras áreas que afecten tanto a municipios como a la gobernación de manera coordinada, asignando responsabilidades compartidas.
  • Manejo de estadísticas e indicadores- Sosa arguementa que existe una oficina que recibe llamadas de vecinos solicitando cortes de árboles y que también recibe llamadas sobre talas ilegales. ¿Cuántas denuncias se reciben por año? ¿Incrementa el número de denuncias o disminuye? ¿Dónde se consiguen estos números? ¿Existen campañas de educación en la población, mostrando los beneficios de lo verde? De nada sirve plantar árboles si no existe una conciencia colectiva sobre su importancia para mejorar la calidad de vida. 
  • Campañas de educación- a pesar de citar un censo arbóreo y el manual de arborización urbana, nadie conoce estos estudios. No están disponibles en la internet y no se difunden. Se podría difundir este tipo de información de diversas maneras (repartirlo con la boleta de luz, con las libretas de las escuelas, puerta a puerta, etc.) y especialmente, utilizar  internet, puesto que en la era digital, todos (incluyendo personas de edades y clases sociales diversas) tienen acceso al conocimiento. 
En fin, al revisar la lista, me pregunto cuántas de estas iniciativas son realmente consideradas por Parques y Jardines dentro de su programación anual presupuestaria. No todo es cemento, hormigón y ladrillo. Seguir pensando en dejarle la ciudad a las leyes del mercado (oferta y demanda), sin ningún tipo de control o regulación alguna, creyendo que eso nos traerá mayores beneficios, es tan ingenuo como pretender que se ha solucionado la problemática ambiental sembrando 400.000 árboles en 5 años. 


Mapa de vegetación- 1986


Mapa de vegetación- 2013